sábado, 3 de octubre de 2009

La sociedad paradojal


Por Patricio Lóizaga

En su célebre Diccionario de filosofía, José Ferrater Mora caracteriza tres nociones de paradojas: la noción lógica (y semántica), la noción existencial y la noción psicológica, aunque lo cierto es que en su artículo sobre el término “paradoja” abundan ejemplos procedentes de las matemáticas. Luego de citar a Zenón de Elea, Diógenes Laercio, Georg Cantor, Bertrand Russell, entre otros, describe la famosa paradoja de P.E.B. Jourdain. Según la misma se presenta una tarjeta en uno de cuyos lados está escrito el enunciado: Al dorso de la tarjeta hay un enunciado verdadero. Se da vuelta la tarjeta y se lee lo siguiente: Al dorso de esta tarjeta hay un enunciado falso.
Las contradicciones que ofrece la sociedad contemporánea nos permiten y, acaso nos inducen, a situarnos en la escuadra de lo paradójico o paradojal para intentar inteligir un proceso histórico que estuvo cargado de promesas de perfeccionamiento social durante el siglo XX.
Esta afirmación se sustenta en que durante este período histórico, se ensayaron en extremo los dos grandes modelos sociopolíticos y económicos de la modernidad: el socialismo y el capitalismo.
Hay historiadores como Ernest Nolte, que han entendido el siglo XX como el siglo del comunismo, el sistema que se desarrolló durante más de siete décadas hasta colapsar (1917-1989). La disolución de la Unión Soviética dejó el escenario despejado para el capitalismo, que a lo largo de una década no tiene oponente ideológico. De allí la necesidad de retomar un curso único de la historia formulado por distintos autores, particularmente Francis Fukuyama con su difundido planteo del fin de la historia, publicado originalmente como un artículo en The national interest, a mediados de 1989 y luego reconvertido en le libro El fin de la historia y el último hombre (1992).

Distintas paradojas


La sociedad contemporánea ofrece un mapa de distintas paradojas. En el campo de la información se asiste a un proceso de sobreinformación. La expansión informativa a través de medios gráficos y audiovisuales se acelera vertiginosamente en los últimos veinticinco años del siglo XX. La sobreinformación y su consecuente imposibilidad de asimilarla producen una desjerarquización de la información que se traduce en subinformación.
La sobreoferta tecnológica implica una subutilización de la tecnología. Pensemos en todo un repertorio de productos de uso cotidiano donde se hace evidente este proceso de subutilización por parte del sujeto contemporáneo. Y es más en la creciente acentuación de esta subutilización a medida que se desarrolla y se va complejizando la tecnología. Desde computadoras personales hasta relojes de pulsera, incluyendo todo tipo de artefactos domésticos, encontramos productos que multiplican sus funciones para satisfacer presuntas necesidades que no se constatan en la posterior utilización de los servicios que potencialmente prestan. En este sentido esta tendencia tecnologista puede ser entendida como un fenómeno de naturaleza ideológica. Si concebimos a las ideologías, según planteaba Jean-François Lyotard, como grandes relatos totalizadores, con la desaparición del gran oponente del capitalismo, el socialismo soviético, adviene una dialéctica entre dos nuevas ideologías o formas ideológicas: tecnologismo y ecologismo. Encontramos, entonces, en esta primera observación dos grandes paradojas: la paradoja de la información y la paradoja de la tecnología.
Otras paradojas de la sociedad contemporánea están dadas por la sobreinterpretación (descripta y enunciada por Umberto Eco) y su consecuente efecto paradojal y la que podríamos denominar como paradoja de las fronteras. Esta última está vinculada a la simultánea tendencia de debilitamiento del Estado-nación (planteada, entre otros autores, por Kenichi Ohmae en sus libros Un mundo sin fronteras y El fin del Estado-nación) que supone el ablandamiento de fronteras y la rigidización de fronteras derivada de la acentuación de los conflictos autonómicos, como los casos del país Vasco, Cataluña, Quebec y Escocia, analizados, entre otros estudiosos, por Michael Keating en su libro Naciones contra Estado. Puede afirmarse entonces que se verifica un proceso de regionalización (Nafta, Mercosur, CE) y debilitamiento de fronteras con un paradójico endurecimiento de fronteras (Cataluña, Escocia, etcétera).

La paradoja de la democracia

La democracia, el desarrollo del sistema durante el siglo XX, ofrece una de las más significativas paradojas de la sociedad contemporánea. La democracia ha tenido un amplio, consistente y sostenido desarrollo teórico que se manifiesta particularmente en el nuevo constitucionalismo.
Distintos estudiosos y teóricos han avanzado con un formidable aparato analítico, interpretativo y propositivo del sistema. Entre otros nombres hay que consignar, en las últimas décadas del siglo XX, los aportes realizados por autores Giovanni Sartori, Norberto Bobbio, David Miller, Peter Singer, Juan Linz, Robert Dahl, David Held, Guillermo O’Donnell, Ernesto Laclau y Carlos Strasser.
En los últimos veinticinco años del siglo XX se produce la vertiginosa expansión territorial del sistema. Pensemos en le mapa político de Occidente en 1975, año en que muere Francisco Franco. El último cuarto de siglo ha registrado el reemplazo de regímenes no democráticos por regímenes democráticos en Grecia, España, Portugal, América Latina y los países del Este. Esta expansión y difusión territorial del sistema no ha ido acompañada de una creciente perfectibilidad del sistema en términos de desverticalización del poder político, económico y administrativo. La horizontalización de la gestión política y administrativa, la descentralización efectiva y la municipalización integradas a un proceso del mejoramiento de la calidad institucional del sistema democrático no se han producido con relación al desarrollo teórico y a las expectativas. Distintos autores, como Bobbio y Sartori, han hablado de promesas incumplidas y de asignaturas pendientes de la democracia.
La democracia participativa y el desarrollo y fortalecimiento de la sociedad civil aparecen como un estadio no alcanzado satisfactoriamente en la escena del nuevo milenio.
La democracia durante el siglo XX se ha mostrado mucho más a la defensiva de los asedios de los autoritarismos y totalitarismos (fascismo, nazismo, stalinismo, dictaduras militares, populismos, sistemas de partidos hegemónicos) que desarrollando un proceso de optimización del sistema.
Por otra parte, distintos documentos de organismos internacionales vienen denunciando una creciente tendencia a la desigualdad social. En 1996 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo señala en su informe que “el crecimiento mundial del ingreso se ha distribuido muy desigualmente y que la desigualdad está aumentando”.
El BID (Banco Interamericano de Desarrollo) presenta en 1999 un informe titulado América Latina frente a la desigualdad donde denuncia cómo se ve afectada la región por la desigualdad en materia de ingresos: en Brasil y Guatemala el diez por ciento de la población absorbe casi el cincuenta por ciento de los ingresos nacionales, mientras que un cincuenta por ciento de la población apenas obtiene más del diez por ciento del ingreso total de esos países.
Pero si bien hay características y particularidades regionales, la desigualdad es un problema mundial, con bolsones significativos de pobreza dentro de los mismos países de la OCDE.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, inauguró la Cumbre Social en Ginebra señalando que la mitad de la población mundial vive en la pobreza. El informe Un mundo mejor para todos revela que 3.000 millones de personas viven con menos de dos dólares diarios.
En el prefacio a su último trabajo, el politólogo argentino Carlos Strasser señala: “Dicen que en las últimas décadas del siglo XX la democracia ha triunfado a escala mundial. Sin embargo, en el mismo tiempo también lo ha hecho la desigualdad (…) ¿Qué es esto? La democracia no es un régimen cualquiera de gobierno sino la mejor de las formas políticas comparadas que pueda tomar el Estado; la desigualdad, una afrenta o un estigma a la condición social. Y ahora ambas vienen juntas. Mayor desigualdad social en tiempos de mayor igualdad política”.


Archivos del presente, abril/mayo/junio de 2000

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