domingo, 1 de noviembre de 2009

Muestra Arte en la Rosada, 1990


Por Patricio Lóizaga

En circunstancias en que deliberada o desaprensivamente se reemplaza ideologismo por ideología, del mismo modo que se confundió racionalismo con racionalidad, se impone despejar tanto malentendido. Uno de los más graves riesgos cívicos y espirituales que enfrentamos hoy los argentinos es la tendencia a la simplificación. El peligro consiste en una caricatura de debate que termine ocultando y acaso expulsando el necesario y profundo debate que requiere el doloroso, dramático e impostergable proceso de transformación estructural que vive nuestra sociedad.
Pocos vocablos resultan tan polisémicos como cultura. La dirigencia política suele confundir cultura, arte y administración cultural. Quienes sostenemos la necesidad de abordar la problemática de la administración cultural desde una perspectiva social, productiva y estratégico-política vemos con preocupación que todavía prevalece una concepción anacrónica. Pocos sectores han cumplido con el país como el de los trabajadores de la cultura, la mayoría de los cuales no sobrevive económicamente con lo producido por su vocación. Por el contrario, con actividades casi siempre del todo ajenas a sus vocaciones, la mayoría de ellos ha construido un producto cultural de excelencia, contribuyendo con un singular y extraordinario subsidio individual. La sociedad subsidiada no goza ni aprovecha plenamente los beneficios de la excelencia del producto cultural argentino –reconocido internacionalmente- porque el Estado ha frenado y hasta asfixiado, con su burocracia tenazmente obstaculizadora, los emprendimientos y los esfuerzos de los trabajadores y empresarios del sector, verdaderos agentes dinámicos de la cultura.
Dos riesgos enfrentan hoy la mayoría de nuestros hombres y mujeres de la cultura: postergar o abandonar vocaciones como consecuencia de la agudización de la crisis económica durante los últimos años, o emigrar. En ambos casos el país pierde. Pierde algo que quizás ya nunca pueda recuperar.
La iniciativa de este gobierno de invitar a un grupo de artistas –elegido por un calificado conjunto de críticos y teóricos de arte que trabajó ad-honorem- pone de manifiesto una vez más la disposición de los trabajadores de la cultura para contribuir con su esfuerzo a la comunidad. No a un gobierno. Debe destacarse, aunque pueda sonar redundante, a fin de evitar una nueva simplificación.
Los artistas que no fueron invitados en esta primera ocasión no deben sentirse excluidos. Esta iniciativa se potenciará y multiplicará en la medida en que la sociedad, el estado y el gobierno (el Ejecutivo y el Legislativo) sean capaces de generar la respuesta que el desafío cultural argentino reclama y merece.


Extraído del catálogo de la muestra Arte en la Rosada, julio de 1990

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