viernes, 4 de septiembre de 2009

"Victoria Ocampo", de Patricio Lóizaga

Lectura de una vida

La nación, domingo 14 de marzo de 2004
Victoria Ocampo de perfil, en blanco y negro; Victoria con anteojos oscuros de armazón blanco, en 1959; la incorporación a la Academia Argentina de Letras de Victoria; Victoria en París, recién casada con Monaco Estrada; Victoria después del divorcio, en un departamento de la Quinta Pueyrredón; Victoria en Villa Ocampo, con Eduardo Mallea, María Rosa Oliver y Waldo Frank; Victoria en la redacción de Sur de la calle Tucumán, en 1961; Victoria con su dogo argentino en Villa Ocampo; Victoria de frente y de tres cuartos, sin sonreír, la mano en la cabeza. Las impecables reproducciones de algunas de las fotografías que Gisèle Freund, Man Ray, Sara Facio, entre otros, tomaron de Victoria Ocampo en distintos momentos de su vida --algunas de ellas inéditas-- escanden el ensayo Victoria Ocampo de Patricio Lóizaga, actual director del Palais de Glace y editor de la revista Cultura.
El libro fue presentado en el marco del homenaje dedicado a Victoria Ocampo (1890-1979) a los veinticinco años de su muerte, un homenaje que comenzó el 19 de diciembre del año pasado con la inauguración de la muestra Pasiones y conflictos, organizada por Ediciones Larivière en el Centro Cultural Borges, cuyo curador fue el mismo Lóizaga. Gran parte del material exhibido en la muestra (casi un centenar de fotografías, las primeras ediciones de los cuarenta libros de Victoria Ocampo, cartas manuscritas y los testimonios de algunos de los intelectuales que reflexionaron sobre ella) se incorpora a las páginas de un libro que postula tres etapas en la historia de Victoria Ocampo: un primer momento que se inicia con su nacimiento en 1890 y culmina con la fundación de Sur en 1930, una segunda etapa que comienza en 1930 y se extiende hasta su muerte y un tercer período que se abre después de su muerte, con la publicación del primer tomo de su Autobiografía en 1980.
Lóizaga propone un recorrido por estos tres momentos de la historia de Victoria que, lejos de ser lineal --el ensayo se abre, precisamente, con su muerte y el relato periodístico de esa muerte--, se detiene en situaciones, relaciones interpersonales, escrituras que se consideran claves para comprender a una de las figuras más emblemáticas y controvertidas de la historia cultural argentina. Los amores prohibidos, la fundación de Sur como el momento en que Victoria encuentra "un lugar en el mundo", la tensión genérica que atraviesa sus escritos, su correspondencia privada, su inquietante relación con Borges, la recepción académica y periodística de su obra se revelan, entonces, como materias significativas no sólo de una vida sino también de la historia nacional.
El propósito que da impulso al ensayo de Lóizaga es sumar su voz al conjunto de relecturas que, en los últimos diez años, busca desmontar la figura de Victoria como mecenas cultural y ensayista --figura que la opone tanto a Eva Perón como a su hermana Silvina para presentarla también como escritora. De este modo, la intervención de Lóizaga cuestiona los límites que implica identificar literatura con escritura ficcional, límites que dejarían por fuera de lo literario tanto el ensayo como, en palabras de Sylvia Molloy, las escrituras del yo (diarios íntimos, cartas, memorias).
Basta recorrer las notas, declaraciones, testimonios publicados durante los primeros meses de este año en los principales diarios argentinos para advertir que el modo de valorar la intensa labor intelectual de Victoria Ocampo está cambiando. Denostada y admirada durante décadas, este vigésimo quinto aniversario de su muerte concita lecturas que buscan alejarse de las antinomias que rigieron a una parte importante de la crítica cultural.
En abril de 1979, a pocos meses de la muerte de Ocampo, Borges escribió en La Prensa: "Victoria ha muerto y sé que esa relación, que nunca fue íntima, ha sido y es fundamental para mí. Casi puedo escribir que hoy tiene principio nuestra callada y verdadera amistad". La muerte, se sabe, invita a la reconciliación; sin embargo, en el caso de Victoria Ocampo, una lectura de su vida y de su obra menos gobernada por las pasiones ideológicas necesitó de mucho más tiempo.

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